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Una sociedad liberal

Los que amáis al Señor, aborreced el mal. - Salmo 97:10.

«Desde hace mucho tiempo la sociedad tolera una conducta inmoral», dijo una personalidad de alto rango en la vida pública. Nadie podrá contradecirle.

Personajes de la política y de la economía, hombres y mujeres que tienen responsabilidades en la sociedad y de quienes se espera una conducta correcta, salen, cada vez más a menudo, en los titulares de los diarios debido a escándalos en su vida privada.

Por más criticables que sean las circunstancias personales, raras veces perjudican su situación pública o el cargo que desempeñan. Algunos asuntos incluso ayudan a aumentar su popularidad, pues sólo son una demostración «del lado humano de los de más arriba». Hay quienes dicen: «¿Por qué tendrían que ser mejores los dirigentes que la sociedad en general? Trátese de moral o de principios éticos, vivimos en una sociedad liberal y conviene reconocer las debilidades humanas antes que tratar de disimularlas. De cualquier manera ya nadie llama a esto pecado».

¡Qué engaño con graves consequencias! No son la sociedad, ni una mayoría, cualquiera sea su orientación, quienes deciden lo que es reprobable o vergonzoso, sino Dios. Sus pensamientos acerca del bien y del mal no cambian.

En estos tiempos se ruega encarecidamente a los creyentes que no se dejen influir por la enorme presión de la opinión pública. Porque quien llama a Dios su Padre no puede considerar como inofensivo lo que él llama pecado. "No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal" (Romanos 12:21).