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Adoradores

Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. - Juan 4:23.

Esta es la función más alta que los creyentes pueden cumplir en la tierra y la única que continuará en el cielo.

Adorar “en espíritu”, servir a Dios “en espíritu” (Filipenses 3:3), ya no es, como lo fue en el Antiguo Testamento, un culto material con sus ceremonias, sacrificios, ritos y música de instrumentos. Ahora se expresa con cánticos espirituales, con oraciones de adoración, es decir, el fruto de labios de los creyentes que confiesan su nombre (Hebreos 13:15).

Se trata de una adoración que nace en el corazón y que se traduce en palabras. No consiste en la repetición de las mismas frases en las oraciones o en los cánticos que se entonan más o menos maquinalmente sin pensar verdaderamente en las palabras ni en Aquel a quien ellas se dirigen. Adorar al Padre “en verdad” es hacerlo según la revelación que él ha dado acerca de sí mismo, es decir, como Padre y no como Jehová o el Altísimo.

El verdadero culto es colectivo: “Como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5).

Según la guía del Espíritu Santo, el culto se dirigirá al Padre o al Hijo, no solamente por habernos salvado y preparado para la gloria, sino sobre todo para hablar al Padre de las perfecciones y de la obra de su Hijo, así como para recordar el amor del Hijo hasta la muerte, el único que nos ha permitido acercarnos a Dios como adoradores.