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La tercera edad

Hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré (dice el Señor). - Isaías 46:4.

En esta tierra donde todo pasa, existe un arte especialmente difícil de practicar: el de envejecer con gracia. Es necesario aprender a callar cuando uno tiene ganas de hablar; permanecer quieto cuando quisiera obrar, y cada día debemos darnos más cuenta de que ya no somos tan necesarios.

Debemos dejar a los demás sus cargas sin poder aliviárselas mucho y, sin esperar nada más, llevar sólo el peso de los años sobre la espalda.

Confiar en Cristo nos ayuda a llevar esta carga; dejar que Dios escoja lo que nos conviene en todo tiempo, ocurra lo que ocurra, nos permite vivir satisfechos.
No hay que temer el mañana, ni desalentarse cuando el corazón aún puede latir por Cristo y todavía podemos juntar las manos para orar.

Mientras estamos en la tierra, el Señor pule nuestra alma para el cielo, al igual que el joyero talla los preciosos diamantes.“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. Porque sabemos que si nuestra morada terrestre… se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial” (2 Corintios 4:17- 5:1-2).