Vivamos… aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. - Tito 2:12-13.
Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. - Colosenses 3:4.
“De la abundancia del corazón habla la boca”, dijo el Señor Jesús (Mateo 12:34). ¿Hablamos realmente de la próxima venida del Señor? Recordemos que la esperanza cristiana es una maravillosa realidad. No es un sentimiento impreciso –como, por ejemplo, cuando decimos a un enfermo: espero que mañana se sienta mejor– sino una esperanza firme y segura del retorno del Señor Jesús. Él es nuestra esperanza.
Ya en el Antiguo Testamento los creyentes esperaban al Mesías, rey de Israel. Ese Mesías prometido es Jesús, quien enviado por Dios, vino una primera vez a la tierra para cumplir la obra de la salvación de los seres humanos. Después de haber muerto, resucitado y haber sido elevado en gloria al cielo, Jesús volverá en dos fases distintas: en la primera arrebatará a todos los creyentes, resucitando a los muertos y transformando a los vivientes.
En este rapto no será visto por el mundo. Ahora es necesario prepararse para el retorno del Señor Jesús; después será demasiado tarde. Para estar preparado, basta confiar sencillamente en su obra en la cruz. Y si estamos listos, mostrémoslo mediante un desapego más real de las cosas terrenales y un mayor interés por las de Dios. En la segunda fase volverá con todos los suyos y se parará en el monte de los Olivos a la vista del mundo entero. Juzgará a la tierra y luego establecerá su reino.