Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. - 1 Timoteo 4:7-8.
En la antigua Grecia, el ejercicio físico ocupaba mucho lugar; cada mañana jóvenes ricos iban al gimnasio para entrenarse en diferentes deportes. En particular, los motivaba la necesidad de estar preparados físicamente para combatir en la guerra o para defender el honor de su ciudad en una competición deportiva.
A esto alude el apóstol Pablo en el versículo de la fecha. Exhorta a Timoteo a entrenarse, metódicamente y con perseverancia, para la piedad a fin de ser apto para enfrentar las luchas que debe librar como creyente.
El vocablo piedad designa al conjunto de relaciones que tenemos con Dios: la lectura de la Biblia, mediante la cual Dios nos habla, y la oración, medio por el que hablamos a Dios. Así fortalecemos nuestra fe.
Pero el ejercicio de la piedad implica también un lado práctico: las fuerzas que hemos recibido deben ponerse a prueba "en el terreno", es decir, esencialmente en nuestros contactos con los demás. Lo que hemos recibido del Señor, lo compartimos con los demás, trátese de conocimientos bíblicos o de experiencias hechas con Dios en nuestra vida diaria.
Cuando lleguen las luchas, entonces estaremos en condiciones espirituales, no porque contemos con nuestras propias fuerzas, sino porque habremos aprendido a conocer la voluntad de Dios y a ponerla en práctica.