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La tentación interior

Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. - Santiago 1:14.

La naturaleza pecaminosa permanece sin cambio en el creyente, aunque haya recibido la nueva naturaleza o sea la vida divina. La "carne" halla su placer en la tentación que excita a la concupiscencia, mientras que la prueba exterior acarrea sufrimientos al que la resiste. 1 Juan 2:15-17 hace énfasis sobre el término "amar": "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama la mundo, el amor del Padre no está en él". Ese amor al mundo se traduce por:

1. "los deseos de la carne" (la codicia empuja al mal),

2. "los deseos de los ojos" (el corazón es atraído por el objeto deseado) y

3. "la vanagloria de la vida" (quiere elevarse, mientras que la humildad se rebaja).

Las circunstancias exteriores pueden excitar la concupiscencia interior. Satanás tienta a Eva y le siembra dudas en el corazón; más tarde tentará a Jesús y buscará hacerlo caer. No obstante, sólo en Eva responde la concupiscencia interior: "Vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría" (Génesis 3:6)

El enemigo utiliza las cosas exteriores para estimular la codicia interior. Dios mismo tienta, y nadie puede decir "Soy tentado por Dios" (Santiago 1:13). Sin embargo, él puede servirse del mismo Satanás y de sus tentaciones para poner a los suyos a prueba, como en el caso de Job.