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La buena obra de Ebed-melec

Tomó Ebed-melec… trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, y los echó a Jeremías con sogas en la cisterna. - Jeremías 38:11.

A causa de su fiel testimonio, Jeremías fue odiado y despreciado. Había declarado al rey Sedequías que Dios enjuiciaría al pueblo debido a sus pecados. Este mensaje no gustó a los príncipes del reino y los impulsó a echar a Jeremías en una cisterna que contenía barro.

¡Pobre Jeremías! ¿Qué pasaría por su mente mientras lo bajaban a la cisterna? Ningún judío se atrevió a protestar contra esta crueldad, ya que el rey mismo no se había opuesto. Pero mientras todo Israel callaba, Dios obró en el corazón de Ebed-melec, un etíope, quien se atrevió a pedir permiso al rey para sacar a Jeremías de la cisterna. Al obtenerlo, tomó trapos viejos, ropas raídas y andrajosas y los echó a Jeremías. Seguramente los príncipes no se habían preocupado por bajar suavemente a Jeremías a la cisterna. ¿Qué les importaba que las cuerdas lo lastimaran e hirieran sus brazos? En cambio, Ebed-melec aconsejó a Jeremías ponerse los trapos y las ropas viejas “bajo los sobacos, debajo de las sogas”, para protegerlo.

¿No nos llama la atención esta manera de obrar? Un verdadero afecto motivó a Ebed-melec a pensar en Jeremías y aliviarlo de esa modesta manera. El Señor nunca olvidará este gesto de amor, como tampoco olvida “la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor” (1 Tesalonicenses 1:3), en lo que concierne al creyente de hoy.

Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).